domingo, 16 de agosto de 2009

Cómo será la cuarta.


Esta es la tercera vez que leo La República de Platón.

La primera vez fue absolutamente literaria, fisgonee en los detalles imbéciles (si andaban en el Pireo hablando, si era Atenas, quién era quién, si Sócrates era gay). La segunda vez, a los dieciséis, lo leí adentrada en el personaje de Trasímaco, sin duda un galán retórico que pisaba la tierra y no volaba entre ideas sublimes. Un hombre más de ojo y no tanto de visiones; más de política que de filosofía. Maquiavelo versus Sócrates, Dios vs. Humano, Abel vs. Caín.

El debate era intenso y sin duda me calaba los huesos: Recuerdo que comencé a preguntarme lo mismo que Trasímaco: "El justo hace el bien, pero, ¿ Vive bien?." En el primer capítulo fui respondida por Sócrates, y me encolerizó tanto como a toda Grecia al decirme que la justicia me haría vivir bien pues es la máxima realización de mis virtudes. A éstas alturas nada me convence menos que él y sus ensimismadas confusiones. ¿Es la justicia una virtud mía a desarrollar? ¿No es acaso una invención de-para-por la Sociedad?

En fin, estoy lateando porque es la tercera vez que me doy la lata de abrir ésta fotocopia.

Más manoseada por hombres que una puta; y traducida por siglos y siglos, siempre se mantiene abierta a ser interpretada por la sed de insatisfechos lectores. Ahora me estoy fijando en los detalles macro (yo les llamo, detalles “Oro”, pues él ve las obras de manera sociológica, tal como un ventrílocuo mira muñecos en lo alto).

Mi interpretación omnisciente me lleva a muchas cosas. Una de ellas, por ejemplo, es sentirme muy identificada con Sócrates. Él no llegaba al ágora a sentar su trasero y cotorrear sus ideas. El llegaba improvisto de convicciones, atento a lo que los demás podían aportarle a su libro de verdades. Sócrates no creía en la verdad, pero sin embargo, quería creer en ella. Y la buscaba incesantemente en toda Atenas, interrogando como detective a todo intelectualillo que le hacía peso. Sócrates fue sin duda un egoísta. Buscaba_ como los filósofos y algunos psicólogos_, encontrarse a sí mismo. Es por eso que ni él sabía que era la justicia, y seguramente quería creer que existía en algún lugar inaccesible en vida.

Yo no creo lo mismo. Pero sufro a veces, como Sócrates o Platón, de una epistemofilia terrible, que me hace leer bulímicamente cosas que quizás nunca podré aplicar. La universidad es el mejor lugar para mí. Y el viaje durante páginas es aún más intenso. La diferencia clara entre Sócrates y yo, es que, puedo vivir sin saber, aún cuando ambos padezcamos de la misma enfermedad. Puedo aprender con calma, vivir sin objetivo ni ley, vivir a expensas de un Diálogo sin convicciones. Aún así, aunque quiero con toda mi alma parecerme a Sócrates, algo me dice que Trasímaco está más cerca de lo que, sin ninguna duda, realmente soy.

Esperaré la cuarta vez que lea el libro. No serán los mismos ojos lectores, y por lo tanto, tampoco serán los mismos principios ni los mismos finales.

3 comentarios:

  1. Todos los autores, intelectuales y grandes científicos tienen grandes contradicciones. Y como tu dices, la vida es un eterno diálogo.( con la definición que claro, tu adoptas).
    Cuando estudias filosofía, vas viajando siempre por distintas etapas de la historia del ser humano que al final de cuentas se transforman en etapas de tu vida. Cuando me desilusioné de Platón en el tercer año, luego volví a algunas de sus concepciones.
    Me gustaría muchísimo Dany que leyeras a Kierkeegard, nunca lo has hecho o si?
    Te va a encantar.
    Muchos besitos, te extraño muchísimo.

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  2. Ah! Y otra cosaaa... kjakjajka...cambia las citas poh!! Hasta cuando! jajaj

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  3. Sí, si he leído a Kierkeegard pero ninguno de sus libros. Solamente algunas monografías o escritos de otros autores que lo parafrasean.
    Yo tb te echo de menos.
    :D

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