viernes, 28 de agosto de 2009

No estoy hablando estupideces.


Recuerdo muy bien la última vez que nos vimos. Ahí estabas, con tu hilera de dientes grandes sonriéndole a tu reflejo en mis ojos. Aplaudiéndoles a unas yeguas de cintura avispa. Buscando que también lo hiciera.

Yo te estaba mirando, ¿sabes? Esos dientes no son humanos. Demasiado bellos. ( ¿cuánto gastaste en mantenerlos?). Es todo un tema de disputa. ¿Y tus manos? Frondosas como tu barba; provocadora-remedio de comezones. ¿Y tu nariz? Resbala la luz en su menguante, el sol siempre estuvo más cerca de ti que de los demás.

No obstante, siempre me gustó más tu panza (los kilos demás, asúmelo). No los bajes, te humanizan… ¿Quieres ser inalcanzable? Tus kilos te delatan: No eres perfecto, ni lo serás. Nadie lo es. No lo intentes siquiera, a menos que quieras retroceder cada día más.

En ese mismo instante me abrazaste. Descanse mi cuerpo en el tuyo, mientras lo rodeabas con tus brazos. Se rozaron las poleras, y nuestros hálitos muy cerca se mezclaron. Las pestañas de ambos ojos, besándose por igual, y un suave aroma nos endulzaba las narices.

Estas cosas de los físicos: que el tiempo es relativo, que los espacios dependen de los sujetos, que la energía es igual a la masa. Todo real, todo tan concreto. Tan genios, los pintores del mundo: con sus números describiendo hasta nuestros cuerpos disfrutando de la música.

¿Por qué te fuiste? ¿Por qué llegaste? (la última realmente la quiero saber). ¿Estaba escrito? ¿Lo escribimos nosotros?

Fueron dos semanas, aunque para ambos muchos meses. Ahora ha sido un mes, y buff… parecieran años. No estoy hablando estupideces, Einstein estaría de acuerdo conmigo

1 comentario: