
Sentada en el respaldo de una silla mecedora,
observaba el inquietante palpitar del cuerpo de mi perra:
tum-tum- tum- tum,
descansaba en mis pies, y:
tum tum tum tum.
Imagínenlo por un momento,
Frotaba su lengua contra el concreto
mientras el sonido de su respiración
rápido,
intenso,
imparable... tum tum tum...
Sin descanso ni quiebre,
una insoportable melodía...
junto a su lengua deslizándose por el piso.
No quisiera hacer de este escrito una onomatopeya,
pero,
cómo contarles que jamás había notado aquello:
mi perra jamás descansaba,
vivía más,
con esa ansiedad con la que los locos
e inquietos suelen convivir.
y yo,
yo estaba tan tranquila,
apenas sintiendo el roce del aire sucio en mis narices.
Me hacían falta días como estos,
apacibles,
donde y yo y nada más somos suficientes.
Yo y nadie más.
Yo,
y nada más.
No hay comentarios:
Publicar un comentario