domingo, 27 de noviembre de 2011

Eliminación





«Un borracho busca bajo un farol la llave que ha perdido: un transeúnte
caritativo se ofrece para ayudar al pobre achispado a encontrar la llave perdida. Al cabo de un buen rato de buscar sin éxito alguno la llave bajo el farol, el señor compasivo, algo
fastidiado, dirigiéndose al bor r a cho le pregunta:
Pero, ¿está usted seguro de haberla perdido aquí ?" Y el otro replica:
"'No, pero es que donde la he perdido está muy oscuro para
buscarla"» (Nardone 1988, p. 154)

sábado, 26 de noviembre de 2011

El risco es alto, y hay dos opciones.



Me enternecen- profundamente- tus deseos de control.

La necesidad imperiosa que tienes de transformar una conversación en un acertijo; en el cual debes dilucidar cada encaje; cada movimiento. Te desdoblas con el afán de escribir la vida como un cuento con personajes, en el cual controlas y adivinas el futuro porque lo sabes... depende de ti, de lo que tú has escrito. Cada engranaje va colándose uno a uno y…

los ojos del acertijo son más rápidos que los tuyos.

No los sigas, simplemente disfrutalos… escúchalos como te escuchas a ti, con esa atención recelosa… insegura.

La vida no es un libro. Y si lo fuera, seríamos las letras del azaroso pasar de los días. No somos los escritores de nuestras vidas, sino que los lectores de ella cuando ya ha pasado. Pero eso…

Eso tu no lo entiendes.

No lo aceptas.

Déjate llevar. Es suficiente dar un primer paso para que la ventolera te lleve.

El risco es alto, y hay dos opciones. Decide: estás abajo esperando que otro despegue su cuerpo fuera de la tierra y caiga junto a ti, mientras descansas seguro en el fin… o,

te mantienes arriba, junto a los demás, esperando el turno.

No puedes estar en ambos lados.

O escribes en tu mente y dejas de vivir,

O vives para escribir más adelante.

Decidete.

Porque te ves en dos lugares,

y…

sólo estás ahí, contagiando tu miedo por todas partes.

jueves, 17 de noviembre de 2011

Mapa sin territorio.




Dibujaría la silueta de tu espalda una y otra vez...
una y otra vez, hasta que el mapa sea el territorio.
Dibujaría mis manos recorriendo tu espalda...
bosquejándola en mi mente,
aprendiendo de memoria cada detalle,
agregando algunos lunares,
un perfume,
el cosquilleo de las yemas deslizándose.
He escrito tanto de ti que te pareces a mis palabras.
Qué puedo hacer,
si me enamoro de tu espalda como me enamoro de los libros...
esperando la última coma,
el último punto,
rogando que sea suspensivo,
si es que las hojas terminan su curso...
dejando esa terrible ausencia,
de tiempo,
de historia,
esa ausencia que conlleva cualquier fin,
cualquier conclusión
o epílogo de novela.
Estos meses han ido de ausencia; de intensa y profunda ausencia...
de ti.

Dibujaría la silueta de tu espalda una y otra vez.
La deformaría como te he deformado a ti...
como cualquier enamorada sabe que ve algo diferente a lo que los demás ven.
Por eso dibujaría tu espalda, caminando a lo lejos.
Los demás verán un montón de rayas sueltas ocupando espacio.
El dibujo nace y se copia,
se mueve como tu espalda,
se copia hasta ser un pedazo de papel,
un montón de tinta,
un regazo de una mano que escribió,
quién sabe,
para alguien.



viernes, 4 de noviembre de 2011

Tragedia


María Olga es una mujer encantadora. Especialmente la parte que se llama Olga.
Se casó con un mocetón grande y fornido, un poco torpe, lleno de ideas honoríficas, reglamentadas como árboles de paseo.

Pero la parte que ella casó era su parte que se llamaba María. Su parte Olga permanecía soltera y luego tomó un amante que vivía en adoración ante sus ojos.
Ella no podía comprender que su marido se enfureciera y le reprochara infidelidad. María era fiel, perfectamente fiel. ¿Qué tenía él que meterse con Olga? Ella no comprendía que él no comprendiera. María cumplía con su deber, la parte Olga adoraba a su amante.
¿Era ella culpable de tener un nombre doble y de las consecuencias que esto puede traer consigo?
Así, cuando el marido cogió el revolver, ella abrió los ojos enormes, no asustados sino llenos de asombro, por no poder entender un gesto tan absurdo.
Pero sucedió que el marido se equivocó y mató a María, a la parte suya, en vez de matar a la otra. Olga continuó viviendo en brazos de su amante, y creo que aún sigue feliz, muy feliz, sintiendo sólo que es un poco zurda.

Vicente Huidobro