
A propósito del blog de una amiga, que relataba la loca vida de una joven quinceañera, más experimentada que la abuela de Arjona ( para estar ad hoc del Festival), comencé a recordar mis pueriles quince añitos, de chiquilla tonta lanzada al viento con tanta hormona nueva en el cuerpo.
Siendo aún una credúla y creyente; recuerdo haber pololeado a esa edad, con un moreno flacuchento, de peinado engominado y ojos pequeños. Nos reíamos de todo; nos burlábamos de todos, nos besábamos riendo, muertos de la risa rodando por el pasto.
A esa edad fue así, una bellísima relación, como jamás la he vuelto a tener . Y parecida a las jóvenes de hoy, yo no fui una santa. Y no lo soy. Y no lo sería.
Tampoco fui ni soy una puta; por dos razones, lejanas a la religión, a la moral y las buenas costumbres: No puedo y no quiero serlo. Sé que no debo; pero jamás ha sido el deber un impedimento.
No quiero porque no apreciaría lo bello que es el amor de pareja; ese que transforma a una persona exquisitamente irrepetible. No pude porque la infidelidad te hace perder personas, perder la confianza de tus amigas, de quiénes te quieren, de quiénes te creen. Ser infiel, aún sin involucrar sentimientos, trae más problemas que placeres.
Lo anterior no me hacía mojigata. Disfrutaba al máximo a este moreno; nos veíamos y nos llamábamos mucho. Era un romántico y yo también entré en el personaje. Si bien nos besamos en la primera cita que tuvimos, yo inventé una carta muy pomposa para hacerlo feliz:
"Cuando nos conocimos, No sabía cuanto esperaría para besarte. A veces sentía que estaba muy lejos, como si tuviese que recorrer muchos caminos para llegar hacia tu boca. Pero en realidad estaba a unos pasos de ti, ¿cuánto podía costar acercarme sin morir antes, de sólo imaginarlo? ".
Cuando lo leí, ordenando el cuarto de viejas ropas, reí mucho. ¡Cuán absurdo suena ahora, tres años después! Jamás le entregué esa carta, por vergüenza. Y la misma vergüenza volvió a posarse hoy. Sin embargo, estoy triste, porque mis quince fueron geniales y ya no los tengo. Un beso ahora no es gran cosa, en cambio a esa edad era un matrimonio. Qué difícil es volver a disfrutarlo de esa manera, con la misma emoción de entonces.
En fin. Me conozco tanto, que sé que cuando tenga treinta volveré a escribir una Entrada, luego de leer ésta. "Qué tonta era entonces" , volveré a decir riendo.
hjajhahjahja Me encantó... además me acordé de los quince yo también...
ResponderEliminarMuy bakán, y demasiado romántica tu carta, o seaa!
:D
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