lunes, 18 de enero de 2010

Nazis. ¿ Cuán lejos de ellos estamos?


Ayer vi Inglorious Bastards de Quentin Tarantino. Desde mi perspectiva, la película es una Obra Maestra del Cine, porque logra un efecto tragicómico que te engancha durante todo el filme. Un cliché de mi vida, es que me gusten los libros, las películas, y las reflexiones acerca de la Alemania Nazi; todas me parecen excelentes porque la época es reflejo de cuán involucionado puede llegar a ser el hombre cuando se olvida de su dignidad moral. Lo chistoso es que la humanidad sabe que la moralidad depende, que no existe, y que nadie puede imponerla bajo estandartes racionales. El ser humano odió a los negros durante muchos años, y se eliminaron a los judíos en la Segunda Guerra Mundial.

Hoy se odia a los gordos, y se aísla a quiénes piensan diferentes. Los nazis son la antípoda de la democracia, quiénes no toleran a nadie más que a sí mismos. Por eso, y a propósito de las elecciones, quiénes me dicen que odian la democracia por los resultados catastróficos que puede llegar a tener, les digo: A ti te encantaría vivir en una Monarquía, o en una Aristocracia, siempre y cuando seas el rey. Cuando no existen ideas mejores o peores que otras, el consenso imparcial parece ser lo más justo. En el tiempo de Hitler, miles de personas creyeron que matar judíos era legítimo, y quiénes no lo creían eran eliminados.

Quisiera tomar un extracto del guión de la película, en la que el actor Christopher Waltz ( en la foto), interpretando a Hans Landa, le explica a un francés, la animosidad por los judíos mientras allana su casa:

Capitán Hans Landa: “Lo que me hace un buen cazador de judíos, es que, a diferencia de los soldados alemanes, yo puedo pensar como un judío. Ellos sólo piensan como alemanes, y más precisamente, como soldados alemanes. Si pudiéramos determinar un atributo que compartan los alemanes con una bestia, sería el instinto astuto y depredador de un halcón. Pero si pudiéramos determinar que atributo comparte el judío y una bestia, es el instinto de la rata. Y a diferencia del Fürher y Goebbels, yo no considero que sea un insulto. Piense por un momento el mundo de la rata. Es un mundo hostil, ¿ no es cierto? Si una rata correteara por su puerta en este momento, ¿ no la recibiría con hostilidad?

Francés: Probablemente.

Hans Landa: ¿ Ha hecho la rata algo para ser recibida así?

Francés: Son sucias, y causan enfermedades al morder a la gente.

Hans Landa: Sí, pero cualquier enfermedad que cause la rata, puede causarla una ardilla. Y creo que no tiene la misma animosidad que tiene con las ratas.

Francés: Es un pensamiento interesante.

Hans Landa: Independiente de si es interesante, no hace ninguna diferencia en como usted se siente. No le gustan. Usted no sabe por qué no le gustan, simplemente les causan repulsión.

En consecuencia, un soldado alemán, al buscar un judío, busca donde él se escondería. Busca en el granero, en el ático, en el sótano, y luego se va. Pero, el Fürher me eligió amí porque estoy al tanto de las hazañas del hombre cuando ha perdido toda dignidad.”

Podrán callarnos, pero no pueden impedir que tengamos nuestras propias opiniones. Ana Frank, durante la ocupación Nazi.

domingo, 10 de enero de 2010

Había que decirlo


¡Puta que me gusta mi blog!

Así es. Había que decirlo.

miércoles, 6 de enero de 2010

¿Más humana?


Wow! Qué ganas de torcer tu cintura y besarlo. ¿Porqué ahora, justo cuando parece empinar su cuello y mirar la trayectoria de las moscas? Ganas, deseos, líbido animalesco. Todo en una dosis a las 12 de la Mañana. Piensa en algo, niña… ¡Piensa en algo frígido! A ver, sólo veo cuadernos y la derecha sus grandes manos. Qué ansias de tomarlas y hacerlas pasear por mis mejillas. Esperen, ¡ esto no funciona! Controla las hormonas Daniela. Es que ya sabes que llegan como flashes desde el hipotálamo y se van dispersando por el torrente sanguíneo. Sí, lo sé, lo tengo claro. Al pensar en el torrente sanguíneo se me apaciguan las aguas. La ciencia siempre mata los chacras, y ridiculiza los romanticismos. Es su tarea favorita: demostrar que lo sublime tiene que ver más con el cerebro que con el corazón.


Me encanta esta sensación de comenzar a ser imperturbable. Cómo si me separara de la oxitocina, y negara que todo lo que me impulsa el cuerpo. Ahora bien, ¿ para qué negarlo? O por el contrario, ¿Por qué cuestionarse y no darle rienda suelta?

Ahí está de nuevo alzando ese hermoso cuello hacia la ventana. Pero es un cuello, ¿ saben? Cómo cualquier otro. Ahora ya no me importa. Wow! Lo he controlado.¡ Lo he controlado! Gracias, siento sus aplausos desde sus asientos.

- ¿ En qué piensas? _ me pregunta_.

- Que no prestas atención.


Vaya cosa que tiene la biología de indicarme los caminos correctos. Pero ya no me importan los buenos genes. Ahora comienza el trabajo duro: separarse de lo que nos hace tan igual a dos quiltros en la calle y un mono en la jungla. Y creo que hoy, agradecida de los años, me sentí torpemente, más humana que nunca.