
Preguntábame yo
el por qué de tu muerte,
el por qué de tu partida.
Sin embargo
comprendí con los años
que el problema era
semántico:
Jamás me pregunté
el por qué de tu vida,
Y el por qué de tu venida.
Lo que me enamora de las letras, es que no perecen. Y esa trascendencia, que sólo se presenta en el éter, en el universo y en la moralidad del ser humano, se esmera en conquistarme todos los días. Si de algo vamos a hablar, es de lo inefable, aquellas vicisitudes en las que el fonema ha quedado corto. Empaquetar aquello en letras, me ambiciona al punto de extender la naturaleza de las mismas palabras...
JoséHierro decía que, la poesía se escribe cuando quiere, y… toda mujer y hombre que haya sentido alguna vez el amor, se ha vuelto un pequeño poeta. Nos sobra tanto lo que sentimos, que lo vamos repartiendo por ahí, entre la gente.
En esos días, las palabras y los objetos no significan lo mismo: hay días en los que Ricardo Arjona nos hace más sentido, y en los que un abrazo pareciera valer más que nunca.
Y…
En uno de esos días conocí la poesía de Amado Nervo. Un sutil y dulce poeta que murió un 24 de Mayo. Y pues, siendo tan creyente como comienzan sus poemas, la ciencia y el conocimiento del mundo fue transformando esa llama en una espina dubitativa que a mí me encantaba. Pero Amado Nervo me conmovía por otra cosa: es como si supiese leerme en esos días de pena, o en el simple y cotidiano vivir. Así, quisiera dedicar este día a su poesía, que llegó y se hizo de pronto imprescindible, sin saber yo por qué, y por qué él en aquel día.
No Sé Quién Es
de Amado Nervo
¿Quién es? -No sé: a veces cruza
por mi senda, como el hada
del ensueño: siempre sola...
siempre muda... siempre pálida...
¿Su nombre? No lo conozco.
¿De dónde viene? ¿A dónde marcha?
¡Lo ignoro! Nos encontramos,
me mira un momento y pasa:
¡Siempre sola...! ¡Siempre triste...!
¡Siempre muda...! ¡Siempre pálida!
Mujer: hacía mucho que llevo
tu imagen dentro del alma.
Si las sombras que te cercan,
si los misterios que guardas
deben ser impenetrables
para todos, ¡calla, calla!
¡Yo sólo demando amores:
yo no te pregunto nada!
¿Buscas reposo y olvido?
Yo también. El mundo cansa.
Partiremos lejos, lejos
de la gente, a tierra extraña;
y cual las aves que anidan
en las torres solitarias,
confiaremos a la sombra
nuestro amor y nuestras ansias..
Hollywood siempre ha sido una mala herramienta de aprendizaje.
Sin embargo vengo a entenderlo ahora, 18 años después de ver cientos de películas.
Recuerdo perfectamente una escena del Día de La Independencia en la que el Gobierno estadounidense se reunía ante una crisis de Estado, y una sarta de engominados y lustrosos guapetones se sentaba uno tras otro en preciosas mesas de mimbre; colindadas por cuadros de la Nación, y símbolos patrióticos. El presidente – una jugosa mezcla de modelo de pasarela y líder- , solía encarar con valentía las decisiones, y mientras lo hacía se rascaba el cuello con una inmensa sensualidad. Los demás, atentos a lo que pasaba, movían el mundo a su reverenda gana: ¿El presidente quiere volar? “Aquí le tenemos un avión de última generación”, ¿El presidente desea llamar al Servicio Secreto?, “Se activa el protocolo de inmediato”, ¿El presidente quiere cagar, mientras los ovnis nos invaden? “Traigan un baño químico o constrúyanlo ¡Ya! “.
A miles de kilómetros de distancia en nuestro chilito lindo, esto dista de ser cierto. Un compilado de madrugadores rostros se junta en una sala más fea que las de mi colegio, a preguntarse cada uno qué fue lo que pasó, a qué hora, si hay tsunami o no, si alguien tiene platita en el celular para llamar al extranjero. La presidenta, lejos de liderar; coordina, pregunta, se embolina la perdiz con la ignorancia de todos nuestros organismos de defensa y seguridad. “ ¿A qué hora puedo viajar?- les pregunta la Presidenta-, y resultó que había un helicóptero sin piloto a esa hora. Tampoco tenían teléfonos satelitales; tuvo que llegar una Clinton a regalarlos de limosna. A esa hora yo alumbraba mi pieza con un celular, y, al igual que yo, la Presi tampoco tenía señal por la chupamaire’. “ Si hubo tsunami, ya lo hubo”- le decía Carmen Fernández-, repitiendo lo mismo que mi madre le dijo a mi papá ante su duda. Mi pregunta es: ¿Esto pasará en otros lados, o es parte de nuestra idiosincrasia? ¿Cómo es que la Presidenta de la República no tiene ningún transporte, ni comunicación? ¿ Qué sentido de liderazgo tengo yo, y cual es en realidad el que existe?
Si estas preguntas se responden con un “sí, es normal”; dejémonos de tanta palabrería y juicios en contra de nuestro país. Dejémonos de culpar a la pobre Carmen Fernández que tampoco cachaba una, si total: ¿Alguien tenía idea de lo que había pasado? La culpa la tienen esos personajes, esos líderes inquebrantables, esas naciones de gran poder. La culpa… la culpa la tiene Holywood.
A él...
no le gustaba tanto, pero ella le coqueteaba y necesitaba besar a alguien.
A ella...
tampoco le convencía, pero se le acercaba y respondía bien a sus coqueteos. A él le sobraba tiempo y ganas, así que la invitó al cine. A ella le encantaban las películas gratis, así que aceptó. A él no le molestaban los abrazos, así que le dijo que la quería, pues de otra manera no se consigue el contacto con una mujer. A ella no le molestaba ser querida, así que le dijo que también, que en realidad hace tiempo lo deseaba. A él no le molestaban sus labios, así que se le acercó y la besó. Ella se dejó besar y lo hizo más fuerte. Ella le preguntó a él si pretendía estar con ella, y como no tenía qué contestar, dijo que sí. Ella no quería estar con él, pero no quería rechazar una proposición de pareja. Tres meses después se acostumbraron a la rutina y terminaron por quererse de verdad, gustarse e invitarse al cine todos los miércoles.